Entre desembre de 1984 i febrer de 1986 una onada de terror va sacsejar l’Equador. Desenes de cadàvers de dones verges, d’entre vuit i vint anys, van ser trobats en llocs allunyats i solitaris. Presentaven signes d’asfíxia i indicis de violació. Camargo s’endinsa, a través del misteri, en la vida íntima i mental d’un dels assassins en sèrie més despietats d’Amèrica Llatina: Daniel Camargo Barbosa, conegut com ‘el monstruo de los manglares’. Un colombià que durant anys va violar i matar més de 150 dones. Un espectacle escrit, dirigit i interpretat pel colombià Johan Velandia que visita per primera vegada el Festival.
Camargo Sala La Planeta, 22 d'octubre de 2017
En sus primeros compases, Camargo te sienta en una mesa, te pone cómodo, sirve algo de beber y te saca un par de risas debido a una escena muy agradable. El inicio de una obra costumbrista que te hace sentir como en casa. ¿Cómo no? Te presentan a una adorable ama de casa que...
Y todo se rompe.
No, no es esa obra. Aquí no vas a estar cómodo. Aquí vas desconfiar de los personajes y a la mínima que te sientas cómodo van a usar esa comodidad para asfixiarte. Es una obra de la que vas a querer salir, vas a agobiarte, vas a sufrir. Y ni siquiera con nada demasiado explícito, porque no le hace falta, sabes lo que va a pasar y nada va a evitarlo. Puedes taparte los ojos, mirar a otro lado, pero está pasando.
El protagonista, que tristemente es un personaje real, es un asesino que violó y asesinó a más de 150 chicas entre los 14 y 20 años. La obra en sí tiene el modus operandi de este ser: te parece simpático, te lleva donde quiere y luego destroza tu alma. Así, podemos decir que el espectador es otra víctima más. Y es que cuando salgas de la obra vas a salir con una presión en el pecho y el estómago revuelto, que puede que te dure.
Camargo cuenta con un elenco espectacular ya que Johan Velandia, Ana María Sánchez, Diana Belmonte y Nelson Camayo hacen unas representaciones impresionantes. Todos te pueden transmitir tanto asco como ternura y comodidad, todas igual de importantes en una obra que juega tanto con el público. Aunque si me tengo que quedar con alguno me quedo con Diana, que consigue hacer a dos víctimas (entre otras) con una habilidad increíble. La inocencia que respiran los dos personajes (que son muy diferentes entre sí) y la ruptura posterior rozan la perfección.
A nivel de puesta en escena es muy acertado ya que es simple pero a la vez cumple con creces. Sitúa al espectador dentro de la escena literalmente y las paredes llenas de fotos de las víctimas que proporcionan un ambiente incómodo en todo momento. Y el juego que le dan al espacio y a una simple mesa es impresionante, que hace las veces de autobús o celda. Y conjunto una gran actuación ya mencionada, consiguen transportarte en todo momento.
Me cuesta sacarle fallos a la obra. Tal vez la osadía de intentar improvisar con el público para meterlos aún más en la obra lo hacen con una fórmula que se hace repetitiva. Es un detalle menor, pero tal vez si se corrigiese quedaría una obra aún más redonda.
Supongo que lo que os queda es ir a ver esta magnífica obra, de la cual querrás salirte, querrás que no te consiguiera transportar tanto como lo hace, querrás que sea una obra como el resto de la que sales sin pena ni gloria, querrás que quite la mano de tu cuello, querrás que pare.
Pero esta obra no está ahí para que pases un buen rato. Está para que, en mayor o menor medida, salgas marcado.
Ángel Canto